Soy tan indeciso, que la propia indecisión me ha traído hasta aquí. No sé si debiera estar, ni siquiera sé si quiero estar.
Pero el asunto no es este. No importa donde esté, ni a donde vaya, la indecisión me persigue con toda la decisión de la que yo carezco. Le he dado las riendas de mi vida, ahora es dueña de mis decisiones. Las agarra y las lanza al abismo de la pasividad, donde permanecen hasta, la mayor parte de las veces, desaparecer.
No quiero caer. Esa caída marcará el resto de mi vida, por eso he de ser cuidadoso y medir el salto, no sin antes contar cada uno de los pasos y medir la amplitud del primero hasta el último de ellos.
¿Qué clase de animal soy? Vago sin saber qué hacer, y muchas veces qué decir; y cuando lo hago, reflexiono sobre el camino tomado y las palabras elegidas.
La decisión ha de aparecer en ciertos momentos de nuestra vida, los realmente importantes, y ha de ser rápida y concisa para poder acabar su cometido antes de que la indecisión vuelva a asomar por la puerta.
Encima va y me dicen:
"A veces no es fácil..."
"No hay que tener miedo a equivocarse..."
"De los errores se aprende..."
"Para alcanzar el éxito hay que fracasar unas cuantas veces..."
¿Qué saben aquellos cuyos errores ya están cometidos y no les queda otro consuelo que el de justificarlos?
Hay ocasiones en las que el error no se puede contemplar. No existe tal opción, pues no es un error elegir el camino equivocado, pero sí el cómo repercute esa decisión en tu vida, personas y opciones futuras. Tú próximo paso condiciona el siguiente y así todos los demás, no es ninguna broma.
¿Acaso no hay mayor error que ver pasar el tiempo mientras hacemos cuentas con los dedos y calculamos la amplitud de nuestros pasos?
Pisar y tropezar, e incluso caer y hacerse daño, es divertido (si no que le pregunten a un niño). Es experiencia, aprendizaje y un futuro mejor. Mejores decisiones, cimientos más firmes en lo que un día fue el lodo de la indecisión. Tiempo ahorrado y sufrimiento ya gastado, quien no se pela el culo no vive, y quien no vive, difícilmente puede morir con la satisfacción de una vida llena de cicatrices.
Salir indemne de la vida, es como ver llover sin adentrarse en la lluvia y sin disfrutar pisando algunos charcos.
La indecisión ha de aparecer en ciertos momentos de nuestra vida, quedarse el tiempo necesario y ni un segundo más, para así dar paso a una decisión que nunca será la correcta pero tampoco la errónea.
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- Con decisión me dirijo hacia el camino de la indecisión, donde los indecisos generan y se plantean decisiones que jamás serán tomadas, auto-condenándose a la inactividad y la reflexión eterna. - se dijo adentrándose en su futuro, con media mirada apuntando a sus espaldas.
- Y así se alejó de mi vista, dejándome libre el afanoso y azaroso camino lleno de penurias con las que tropezar y decepciones con las que lidiar. Pero gracias a dios que hay tormenta en este camino, pues la luz y la claridad pasados esos tramos, es más brillante y satisfactoria que la del camino de la indecisión. - me dije alejándome en dirección opuesta y sin mirar atrás.
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Cuando se cruzaron al final del camino, uno le dijo al otro: ¿por qué no me dijiste que mis pozos estaban vacíos?
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¿Qué camino tomar?,
DaCoX
