Llevas toda la noche despierto, además ayer te expulsaron de tu propio cuerpo. Creíste ser libre, dueño de tus emociones y de tus reacciones. Y así fue de desmesurado tu último enfrentamiento...
Batallabas pensando que la razón era tu aliada y por lo tanto tus argumentos como arma, justificados. Pero todo cambió cuando ella apareció, tu alma se encogió mientras tu sangre derramada esbozaba en el suelo tus recuerdos. No quisieras recoger los restos de lo que un día fue el motor de un sentimiento tan puro como es el simple hecho de vivir.
Tus ojos paralizados buscaban una explicación, la niebla aparecía. ¿Por qué dejó de mirar? Su aliento se cristalizó y cayó al suelo, quebrándose y disolviéndose entre el denso liquido que comenzaba a expandirse hasta la puerta.
Volvió a abrir la boca, pero está vez desprendiendo alfileres que querían decir algo. La palabra fue a formarse directamente a tu pecho, un pecho descosido por la presencia de un alma libre y poderosa.
Quedó grabado, y tu mano se elevó como queriendo expresar un gemido, o quizá una simple aunque inútil réplica. Era la hora de asumir, asumir la derrota que lo inevitable trae tras de sí.
No había escapatoria alguna, era de noche y el cielo se encontraba desamparado por la ausencia de la luna. Las estrellas sabían que no volvería. Abajo, en cambio, nadie prestaba atención a la, para ellos, insignificante fuerza del universo. Todo había terminado, o eso le pareció a él antes de que mirara el reloj.
Nada había terminado, empezaba un nuevo día pero el sufrimiento continuaba ahí. Ella no había vuelto, y ya jamás lo haría.
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DaCoX
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