La razón, ni me falta, ni me asiste.


Escribo para saber lo que pienso.


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miércoles, 28 de mayo de 2008

Preso de la soledad

Despierta el sol, hoy parecía hacerlo antes de lo habitual. El sol entra por la ventana, dibujando en el suelo de la habitación unos barrotes. Uno de los rayos penetra estridentemente por los párpados de un joven tumbado sobre la cama.

Tras amagar el despertar un par de veces, el joven se levanta. Está aturdido y tarda en espabilarse y recobrar la razón. Cuando lo hace, se queda paralizado unos segundos por la incomprensión. No comprendía lo que ocurría.

La habitación en la que había despertado no parecía la suya. Sus cosas no estaban, tan solo poseía la cama y el escritorio. Las cristaleras de las ventanas habían sido sustituidas pos barrotes que frenaban la imponente entrada del sol. No salía de su asombro. No era posible que de la noche a la mañana todo hubiera cambiado. Se preguntaba cómo era posible.

Se pego un par de bofetadas para que dieran credibilidad a la situación. No cabía duda, aquello era real. Tan real como el dolor de cabeza con el que había amanecido.

Se acercó hacia la puerta, la cual no poseía pomo, intento abrirla a golpes, pero era imposible. Estaba atrapado. Emparedado en su propia casa. Ya antes tenía la sensación de vivir en una cárcel por las reducidas dimensiones de la casa, apenas era un habitación, pero al menos antes podía salir a la calle.

Era un tipo solitario, arisco, insociable, su mundo era él, nada más importaba. No tenía teléfono, pues no lo necesitaba. No hablaba con nadie, no tenía amigos; no necesitaba a nadie.

No había muebles ni nevera, lo que significaba que estaba sin comida. Por supuesto tampoco había luz eléctrica y tras comprobarlo vio que también carecía de agua.

Encerrado, sin luz, sin agua, sin comida...sin esperanza.

Intentó destrozar los barrotes, pero carecía de medios. Golpeó la puerta una y otra vez hasta que el agotamiento, agudizado por la falta de fluidos y alimentos, hizo que cayera rendido.

Tumbado en el suelo comenzó a divagar. Siempre había estado solo, pero era ahora cuando ese sentimiento le invadía. Todos morimos solos, pero deseamos que no sea en soledad.

Podía haber gritado, podía haber pedido ayuda. De hecho aún podía hacerlo, pero ¿para qué?. Sus pensamientos le hacían apagarse más rápidamente. La rendición fue la decisión final de su alma.

Toda su vida se preocupó por si mismo, nada más. Ahora ya, ¿por qué luchar?, si ya deseaba acabar con lo único que le importaba. Sin su ego ya no era nadie. Nada, o más bien nadie le retenía en el mundo de los vivos.

...

Cayó la noche como un suspiro y con un suspiro se hizo noche...

.

El sol le despertó, la luna lo durmió.
DaCoX

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Otra profunda y poética reflexión de Dacox. Muy en su estilo con lo de las "bofetadas". Otra historia de tios duros solitarios. Mu wena ;)

Un saludo cis

Cath Von T dijo...

Ya te firmé en Sumi. Y después de leer esta entrada, definitivamente me seguiré pasando.


Au revoir.

DaCoX dijo...

Gracias por pasarte. Haber si es verdad que te veo rondando por aquí, xD.

Ahora que por fin has actualizado tu blog, también me pasaré. Pero a partir de ahora hazlo más a menudo ;).

Saludos,
DaCoX